CALIGRAFÍA FORMAL VS. CALIGRAFÍA GESTUAL

Por Silvina Viola
Imágenes: John Stevens*

Siempre que dos elementos o situaciones se oponen surge una confrontación inevitable: percibimos que algo es blanco o es negro, es alto o es bajo, es pequeño o grande, lindo o feo… Esta constante separación en “bandos” que se enfrentan (y que de alguna manera nos induce a elegir) la encontramos cotidianamente en cientos de detalles. Pero también existen en las distintas expresiones del arte: surrealista o impresionista, barroco o minimalista, armónico o disonante, etc. aUna de estas expresiones, la caligrafía artística, no será la excepción.

Y por casa cómo andamos…?
La primera gran confrontación que parece establecerse dentro del área de la caligrafía artística latina es aquella de la escritura formal (que reproduce los distintos estilos históricos de la caligrafía) en aparente oposición a la escritura gestual (también llamada contemporánea). Y digo “aparente” porque si hacemos un análisis profundo de la cuestión comprobaremos cómo en realidad una (la gestual) antes que oponerse más bien deriva de la otra (la formal).

Empecemos analizando la escritura formal, entonces
Desde un punto de vista paleográfico, existen diferentes estilos de escritura que han ido desarrollándose a través de la historia (ver la sección “Investigación”).

Ahora bien, cada uno de esos estilos se ha racionalizado y estructurado para su aprendizaje actual, creándose una suerte de pedagogía de la caligrafía. Frente a un modelo caligráfico específico (que es el resultado del trabajo de investigación minucioso previamente realizado por un calígrafo, casi siempre hecho en base a un manuscrito original), el alumno ensaya una y otra vez la postura de su mano, el ángulo correcto de la pluma, la armonía y el orden de ejecución de los trazos y varias cosas más hasta lograr “copiarlo” con toda perfección. Este aprendizaje, y sobretodo, esta internalización de la escritura formal incluye una comprensión de las estrictas y rígidas reglas que varían ya se trate de la escritura de una Uncial, una Carolingia, una Fraktur, una Inglesa, etc. Sin embargo, llegar a dominar los distintos estilos de escritura formal es una instancia mucho más compleja y que excede por mucho el simple hecho de trazarlas correctamente. Y es en este punto en donde se destaca un copista de un calígrafo, artísticamente hablando.

El calígrafo que desarrolla una obra en la que intervienen uno o más estilos de escritura formal incorpora un sentimiento, un ritmo particular a cada uno de sus trazos, y si bien respeta las formas históricas aprendidas, al mismo tiempo re-interpreta esa historia para convertirlas en letras con rasgos únicos, imprimiéndoles su sello y su estilo inconfundible. Ya no será “una Uncial”, sino “la Uncial de…”. Y ése es, justamente, el valor agregado del hombre en tanto artista: su capacidad de personalizar un mensaje (ya sea el dibujo de una letra o una imagen, o un sonido, o una forma) que en apariencia era abstracto e impersonal, dotándolo de una belleza especial y única.

Si pensamos en todo esto, entenderemos entonces la infinita libertad creadora con la que cuenta un calígrafo a la hora de realizar una obra que incluya escritura formal. Cuanto más la domine, cuanto más internalizados tenga los distintos estilos históricos, más y más se abre su horizonte creativo. No habrá límites para aquel que tenga la curiosidad de aprender, ya que todo el material aprendido multipicará infinitamente sus posibilidades a la hora de crear.

Curiosamente, ocurre exactamente lo contrario con quienes dejan de lado la incorporación de conocimientos formales caligráficos. Sus posiblidades son mucho más limitadas, y su espectro creativo, indefectiblemente más pobre. Las ideas se agotan pronto, y los recursos comienzan a repetirse porque no hay “de dónde” extraer más.

Y sigamos ahora con lo gestual
Por qué lo gestual a continuación de lo formal? Porque creo firmemente que, tanto dentro de la caligrafía como en cualquier otro ámbito, para quebrar las reglas primero hay que conocerlas. Sino, es un simple “romper” sin saber exactamente qué es lo que se está rompiendo, quitándole sentido y profundidad al resultado final, empobreciéndolo.

Cuando un calígrafo que llega a dominar la escritura formal decide alterar las formas históricas de las letras hasta casi hacerlas desaparecer en una profusión de líneas y manchas de color, es evidente que busca expresar otros significados en su obra. Usando términos provenientes del campo pictórico, podríamos decir que de lo figurativo (o la escritura formal) pasamos a lo abstracto (la escritura gestual). Esas síntesis absolutas, la sabia elección de tal o cual trazo, la gestualidad y el ritmo propios de cada artista sólo tienen lugar en las obras de quienes conocen profundamente la lógica interna de la caligrafía. Como bien decía Pablo Picasso, para poder sintetizar el dibujo de un toro con sólo cuatro líneas es necesario haber aprendido a dibujarlo completo previamente.

La caligrafía gestual es una explosión de libertad. Las letras se vuelven excusas, muchas veces los textos dejan de existir, y lo verdaderamente interesante son las formas y contraformas, los ritmos internos de la obra, la composición espacial y por sobre todas las cosas, el sentimiento que transmite.

Cabe aclarar que gestual no es sinónimo de ilegible: la gestualidad de un trazo no se define por su legibilidad, sino por su espontaneidad y su personalidad. Puede por lo tanto ser legible o no, eso dependerá de la intención del calígrafo.

Y es muy importante resaltar que lo gestual no es improvisado ni aleatorio, ni mucho menos obra de la suerte: es justamente en los trazos más libres donde interviene todo el conocimiento acumulado de las formas históricas de escritura. Cuando la mano presiona la pluma contra el papel y la tinta se descarga en un arabesco lleno de libertad, el calígrafo está absolutamente al mando de la situación, el trazo no va “hacia donde quiere” sino hacia donde el calígrafo lo dirige. Y para lograr eso… es necesario haber aprendido mucha escritura formal.

Es necesario elegir?
Yo creo que no. Por qué quedarse con una sola manifestación de la caligrafía cuando podemos disfrutar de ambas corrientes? Ya sea formal o gestual, la fuerza de una obra caligráfica depende siempre del artista que la realice, y no del estilo que utilice.

Si algo hay que elegir, elijo aquellas obras caligráficas que me transmiten emociones, sentimientos, y no solo bellas formas. Elijo obras que no son un compendio de perfecciones técnicas y maestría, sino que además de eso me ofrecen lo más valioso del arte: la pasión humana.

* Todas las imágenes que ilustran este Editorial fueron realizadas por el formidable calígrafo norteamericano John Stevens, quien domina como pocos el arte de la caligrafía en absolutamente todos sus aspectos. La obra de Stevens emana una fuerza y una belleza tan contundentes y es tan única que me pareció el mejor ejemplo para demostrar cuánta pasión se puede transmitir cuando la caligrafía se hace arte.